Aquila fasciata

 Pico de la Nieve en la sierra de Tous, en el día 8 de mayo del año de Nuestro Señor 2010, año treinta y seis desde que se emitió el primer capítulo de la serie El Hombre y la Tierra, y que coincidió también con el año seiscientos diez desde que las tropas cristianas del Rey Enrique IV de Castilla reconquistaron la villa de Estepona en manos de los musulmanes. La luna en fase menguante buscando la conjunción en los días siguientes con Marte y Saturno.

En estas solitarias montañas donde he realizado durante años algunos de mis proyectos fotográficos, unos amigos pastores que se conocían cada rincón de estos parajes, me acompañaron a un lugar, en un cortado rocoso, donde tenían localizado un nido de águila perdicera (Aquila fasciata).

Después de algunas semanas visitando este sitio para controlar la evolución del único pollo de esta rapaz, una de las más elegantes y poderosas de la Península Ibérica, había llegado el momento de abordar mi primera sesión fotográfica de esta rara y esquiva especie.

El águila perdicera posee una mirada penetrante y llena de carácter que refleja su esencia como depredador. 

La noche anterior la pasé en el corral donde los pastores guardaban sus cabras. Muchas han sido las jornadas que les he acompañado con su rebaño por la sierra, donde son felices y no les falta de nada, yo consciente de eso, dejo mis preocupaciones atrás y trato de fundirme en este “universo” de paz, donde el tiempo parece detenerse, y las prisas y el estrés no son bien recibidos por estos lares.

Mientras Amando termina de perfilar unos badajos para unas esquilas, su hermano Jose sirve en la mesa un estupendo arroz de acelga con caracoles de monte; en el centro de la mesa, una cebolla adobada con el aceite de estas tierras. De postre queso con miel, todo de cosecha propia, leche de sus cabras y miel de sus propias colmenas que tienen en la sierra. Para terminar una infusión de té de monte con tomillo recién cortado, para la digestión.

Afuera silba el viento y oímos cantar a los búhos. Dentro, al calor de la lumbre conversamos un rato, pero pronto nos vence el sueño. El canto del gallo nos despierta poco antes del alba. Los pastores preparan sus cosas para salir un nuevo día con el rebaño, me despido de ellos y me dirijo rápido al escondite que monté días atrás para fotografiar al águila perdicera. El camino hasta llegar al sitio del nido es duro, no hay senda alguna, y hay que cruzar una sucesión de lomas pedregosas repletas de matorral espinoso. 

Pico de la Nieve. Sierra de Tous.

Al llegar al refugio me acomodé todo lo más que pude, preparado para pasar una larga jornada. Y la espera mereció la pena, claro que sí…porque poder tenerla tan cerca, cebando a su polluelo en estado salvaje, me dejó completamente asombrado.

Reproducción de su canto:

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