Buteo buteo
El triste final del Busardo ratonero. 5 de diciembre de 2005
El pasado domingo 5 de diciembre de 2005 me encontraba en La Gola (en el punto justo donde se juntan las aguas de los ríos Júcar y Albaida). Había montado un escondite junto al río para fotografiar a las lavanderas, los chorlitejos, los andarríos…
La mañana transcurría tránquila y, a los pocos minutos, ya disfrutaba de mi afición de captar imágenes del mundo natural. De repente, se apareció a baja altura y a ras de cañas, la figura imponente de una de las rapaces más grandes que habita en nuestro término, el busardo ratonero (Buteo buteo). Volaba haciendo círculos sigilosamente en busca de alguna presa sobre la que dejarse caer, realizándose así un acto que lleva millones de años produciéndose en la naturaleza, mucho antes de que el hombre hiciera la aparición en la tierra. Nuestra águila practicaba un tipo de caza justificada, y no la que practica el hombre, que hoy en día, no es para subsistir sino para divertirse.
Así, el animal permaneció el tiempo justo para que le “disparara” con mi cámara, hasta que remontó el vuelo siguiendo el curso del río aguas arriba. A poco tiempo de desaparecer de entre los cañaverales del río, oí por dos veces el disparo de una escopeta (que por si alguien no lo sabe, el ruido que produce supera los máximos permitidos por la Organización Mundial de la Salud. Es breve, pero supone una alteración en el paisaje de quien desea gozar de la paz del campo y de los sonidos de la naturaleza). No tardé en darme cuenta de que nuestro amigo al que ya hacía algunos años que seguía y estudiaba, había sido injusta y cruelmente asesinado por un irresponsable merecedor de la más absoluta repulsa de cualquier ciudadano de bien y del colectivo del resto de cazadores, que todo hay que decirlo, cada vez están más concienciados. Sujetos como éste, deberían ser repudiados e inhabilitados de su derecho a hacer uso de un arma.
Con estas imágenes del ratonero se pretende rendirle un homenaje a un pájaro que me regaló unos años inolvidables de observación, de seguimiento fotográfico, y que nunca más sobrevolará nuestros parajes.
«Dios siempre perdona, el hombre a veces, la naturaleza no perdona jamás…» (Félix Rodríguez de la Fuente).