El pájaro del viento
El pájaro del viento, que para muchos ornitólogos es el ave perfecta por una serie de razones que veremos, es el primero en emigrar, antes que las golondrinas y los aviones, anticipándonos el final del verano. El vencejo común Apus apus abandonará, tras la reproducción, nuestros pueblos, camino de las estepas africanas del sur del Sahel y los países del centro de África, donde pasará el invierno tras recorrer 7.000 km atravesando desiertos, cordilleras y mares, siguiendo de esta forma, su ciclo biológico anual. Este año ha sido muy extraño, pues los vencejos nos han abandonado antes de lo previsto, durante la última semana del mes de julio ya no pude observar a estos veloces y extraordinarios pájaros enlutados, con alas en forma de ballesta, endiabladamente aerodinámicos que, modelados por la evolución, navegan con una agilidad y destreza por nuestros cielos como delfines en el mar.
Se han adaptado de tal forma a la vida en el aire, que pueden pasar hasta un año sin posarse en ningún momento. Comen, beben, duermen y copulan mientras vuelan de forma ininterrumpida. Únicamente en el momento de nidificar requieren posarse, algo que siempre harán en las alturas, en huecos de paredes viejas y tejados, en los que los vencejos accederán a toda velocidad. Por el contrario, tendrán serios problemas para remontar el vuelo en caso de caer accidentalmente al suelo.
El vencejo es una especie protegida, eso significa que al igual que sus nidos, pollos y huevos, no pueden ser molestados ni agredidos. Disfrutemos de sus vuelos locos, sin molestarlos ni matarlos, para que no desparezcan de nuestros cielos.
El célebre poeta Antonio Machado, parece ser que gustaba de observarlos, pues los cita en algunos de sus poemas, como en la evocación a la muerte de un amigo, donde los describe trazando círculos caprichosos alrededor de una torre cercana, antes de emprender su despedida otoñal:
Los últimos vencejos revolean
en torno al campanario:
los niños gritan, saltan, se pelean.
En su rincón, Martín el solitario….
Con el otoño a la vuelta de la esquina, los observo una tarde maniobrar a gran velocidad en escuadrón sincronizado por las calles y plazas del pueblo, al tiempo que emiten sus peculiares chirridos agudos. Extiendo la mano con la esperanza de rozar uno de esos oscuros pájaros de viento con la yema de los dedos, aunque solo sea por un instante fugaz, antes de que partan hacia lejanísimos mundos.
Ahora, mirando a través de la ventana me invade una densa neblina, tocará aguardar a que pase el largo y triste invierno, esperando impaciente el regreso del pájaro del viento, ese entrañable amigo que cualquier atardecer de primavera volverá a surcar el cielo con su silueta y sus voces.
Es el hospicio, el viejo hospicio provinciano,
el caserón ruinoso de ennegrecidas tejas
en donde los vencejos anidan en verano
y graznan en las noches de invierno las cornejas. (A.Machado).
Reproducción de su canto: