El pájaro del viento

El pájaro del viento, que para muchos ornitólogos es el ave perfecta por una serie de razones que veremos, es el primero en emigrar, antes que las golondrinas y los aviones, anticipándonos el final del verano. El vencejo común Apus apus abandonará, tras la reproducción, nuestros pueblos, camino de las estepas africanas del sur del Sahel y los países del centro de África, donde pasará el invierno tras recorrer 7.000 km atravesando desiertos, cordilleras y mares, siguiendo de esta forma, su ciclo biológico anual. Este año ha sido muy extraño, pues los vencejos nos han abandonado antes de lo previsto, durante la última semana del mes de julio ya no pude observar a estos veloces y extraordinarios pájaros enlutados, con alas en forma de ballesta, endiabladamente aerodinámicos que, modelados por la evolución, navegan con una agilidad y destreza por nuestros cielos como delfines en el mar.

Sus ojos son grandes, expresivos, oscuros, enmarcados en una cavidad del cráneo que tiene una prominencia por encima de ellos, a modo de visera, que les protege del sol, y con unas pestañas que detienen las partículas que podrían dañarles la córnea durante el vuelo. Su pico es blando acabado en punta curvada hacia abajo, negro. Es lo que les da un aspecto de pequeña ave rapaz, junto a sus uñas afiladas. El pico se abre ampliamente de manera que su cavidad bucal puede recoger todos los insectos suspendidos en el aire, un auténtico insecticida biológico.

Se han adaptado de tal forma a la vida en el aire, que pueden pasar hasta un año sin posarse en ningún momento. Comen, beben, duermen y copulan mientras vuelan de forma ininterrumpida. Únicamente en el momento de nidificar requieren posarse, algo que siempre harán en las alturas, en huecos de paredes viejas y tejados, en los que los vencejos accederán a toda velocidad. Por el contrario, tendrán serios problemas para remontar el vuelo en caso de caer accidentalmente al suelo.

El vencejo se pasa casi toda la vida en el aire: puede volar durante meses sin posarse nunca (salvo en época de cría) y vuela de forma sostenida a 90 Km/h, aunque alcanza velocidades punta de más de 100 km/h.

El vencejo es una especie protegida, eso significa que al igual que sus nidos, pollos y huevos, no pueden ser molestados ni agredidos. Disfrutemos de sus vuelos locos, sin molestarlos ni matarlos, para que no desparezcan de nuestros cielos.

El célebre poeta Antonio Machado, parece ser que gustaba de observarlos, pues los cita en algunos de sus poemas, como en la evocación a la muerte de un amigo, donde los describe trazando círculos caprichosos alrededor de una torre cercana, antes de emprender su despedida otoñal:

Los últimos vencejos revolean

en torno al campanario:

los niños gritan, saltan, se pelean.

En su rincón, Martín el solitario….

Es en su morfología y diseño donde está la increíble naturaleza de estas aves, lo que les da su rapidez, su capacidad increíble de maniobra, su resistencia a las bajas temperaturas en altitud. Su integridad y buen estado es lo que asegura su supervivencia. Dependen totalmente de sus plumas para sobrevivir. Y es que solo hacen la muda completa de plumas de vuelo una vez al año. Eso hace que romperse o doblarse una pluma sea un grave problema para ellos.

Con el otoño a la vuelta de la esquina, los observo una tarde maniobrar a gran velocidad en escuadrón sincronizado por las calles y plazas del pueblo, al tiempo que emiten sus peculiares chirridos agudos. Extiendo la mano con la esperanza de rozar uno de esos oscuros pájaros de viento con la yema de los dedos, aunque solo sea por un instante fugaz, antes de que partan hacia lejanísimos mundos.

Allá en el campanario aldeano repica el carillón, volcando sus pulsaciones lejos, y una nube fantástica la aldea glorifica entre coronas negras de aviones y vencejos. Gabriel Miró.

Ahora, mirando a través de la ventana me invade una densa neblina, tocará aguardar a que pase el largo y triste invierno, esperando impaciente el regreso del pájaro del viento, ese entrañable amigo que cualquier atardecer de primavera volverá a surcar el cielo con su silueta y sus voces.

 Es el hospicio, el viejo hospicio provinciano,

el caserón ruinoso de ennegrecidas tejas

en donde los vencejos anidan en verano

y graznan en las noches de invierno las cornejas. (A.Machado).

Reproducción de su canto:

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