El pastoreo en la Sierra de Enguera II

El pastoreo en la Sierra de Enguera II

13 de julio de 2009. Ruta transtermitente Enguera-Alpera

Junto al mayoral Bernardo, un veterano pastor que lleva en este oficio desde los 9 años, realizamos la vereda hacia Alpera. El itinerario comienza en los Altos (Enguera), cerca del transformador (Km 31 crta Enguera-Ayora) hasta Casa La Matea (primer día) y hasta Alpera (segundo día). Salimos sobre las 19h y dos horas y media más tarde ya de noche, llegamos al abrevadero de La Matea, allí cerca, en la finca del Buitre pasamos la noche al raso. Tumbados bajo un cielo estrellado, oyendo el croar de las ranas en las charcas cercanas y el ulular de los mochuelos, nos venció el sueño y nos dormimos, aunque de madrugada, el paso de una manada de jabalíes nos asustó y nos despertamos.

Bernardo fue pastor durante más de 50 años y aunque ya estaba retirado a veces ayudaba a llevar el ganado de Luís Chorques por estas sierras. El Gitano Blanco decía de él que: “Se conoce la sierra palmo a palmo…”.
Bernardo siempre estuvo por estos lares: El Carrascal, Casa del Pino y Casa del Alto, entre Enguera y Ayora.

Abrevadero en la Casa de La Matea

Bernardo Martínez García, de 69 años de edad y natural de Enguera, es uno de los pastores de la Canal de Navarrés. Nació en la Casa de Serradores a 5 horas (a pie) de Enguera, situada un poco más allá de Benali. Se trata de un hombre vivaz, despierto en la conversación, se nota que ha sido adiestrado por el campo que le vio nacer. Hasta los 38 años trabajó para casa sus padres y se casó tarde, a los 58 años. Él mismo afirma que “no era ambicioso con el dinero e hizo por sus padres lo que hiciera falta”, por lo que fue feliz con poco. Por tanto, podemos hablar de una jornada de camino desde la Casa de Serradores a Enguera: cinco horas de ida y cinco de vuelta. Eso lo hacían ya sus padres con una burra y una mula de carga. Sus padres practicaron el trueque en aquellos tiempos, traían gallinas y cerdos, y los cambiaban por comestibles. Recuerda a un tal Silvestre de Canals que subía comida y se bajaba con gallinas y pollos.

La sierra de Enguera ha sufrido muchos y violentos incendios, él como buen pastor, siente propio el dolor del monte. Asegura que si en el monte de Enguera, pusieran a circular 10.000 cabezas de cabras, el monte recobraría su salud y viviría, pero eso, asevera con tristeza que “ya nadie lo hará”. Según él, la cabra limpia el monte y lo mantiene saludable. Aún recuerda el último gran incendio, y de cómo lloró el día que todo el monte, desde Ayora a Enguera, quedó pasto de las llamas. Recuerda que en los mismos caminos, que ahora eran secarrales sin vida, su padre llegó a ver el lince ibérico. Ahora no queda nada.

Recuerda con tristeza y fatiga el periodo en que a los pastores de la sierra de Enguera se les prohibió el pastoreo, eran los años de la posguerra: 1954-1956. Se les acusaba de que sus cabras se comían los pinos, cuando –según afirma Bernardo- “son las madres de los pinos”, justo todo lo contrario de lo que se pensaba. La cabra, -sigue argumentando Bernardo-, se come la maleza y evita que ésta quede como combustible para la posterior quema del árbol. Afirma que, ahora con “las selvas de maleza” que crecen sin control en el bosque, no queda ni un pino, la mayor parte del bosque ha desaparecido pasto de las llamas. Antiguamente los mismos vecinos se encargaban de apagar el monte, ahora –dice con tristeza-, no hay nadie que los apague. Bernardo considera que se escondía una clara intención de cambiar una variedad por otra: el pino por el pino de carrasca, de ahí la prohibición a los pastores, que tuvieron que dedicarse forzosamente a otras cosas y volver años más tarde cuando pasó la veda.
La vecina localidad de Tous, al ser monte que pertenecía al pueblo, no obligaron a suspender a los pastores de su labor y algunos se refugiaron en sus montes. Bernardo llegó a tener 1000 cabezas de ganado, una vez afincado en Tous. Entre su padre y su hermano se turnaban para estar en Tous con los animales, de modo que pasaban largas temporadas a caballo entre Enguera y Tous. En ocasiones, las cabras, guiadas por el instinto volvían a subir a Enguera y allí les esperaba el forestal para denunciarles. A veces, le podían burlar escondidos en la ribera del río Grande, pero fue las menos, y el exceso de multas les hizo desistir temporalmente de su amado trabajo. De modo que su padre “mal vendió las ovejas”. Afirma que “podían vivir decentemente”, pues los cabritos se vendían en el mes de junio, el día de San Juan, y ya transcurría todo el período estival con la venta de “choticos”. Los carniceros subían a la vereda y se los llevaban andando, con la única ayuda de un macho capado o manso de piedra. Tiene la paciencia de explicarme cómo se adiestra al manso de piedra y con qué fin. El manso de piedra llevará las esquilas (picotes) de adulto y será la guía del resto del rebaño, junto con la voz del pastor. Se llevan en el rebaño 4 ó 5 mansos de piedra, según el número de ovejas, y siguen las instrucciones del pastor para que el resto los siga. El pastor les tira piedras, y ellos, en vez de huir, lo que hacen es acercarse al pastor para que cese de tirarles piedras, por lo que el pastor, situado estratégicamente, consigue su cometido: las ovejas siguen sus pasos. De pequeño varios pastores, situados uno a cada lado de un campo, le tiraban piedras, por lo que, en vez de huir, pues no podía, se dirigía hacia su dueño y así, ya adiestrado, cumple de mayor la función propuesta. Bernardo recuerda los nombres de varios mansos que tuvo y, que según él, “fueron muy buenos”: Carbonero, Comerciante, Libertao…
Una cabra valía poco dinero, recuerda el precio de treinta pesetas, aunque afirma que en los años cincuenta eso ya era algo: “se podía vivir”. Bernardo mira a las montañas, pues estamos sentados en el patio de la casa en pleno monte, y nos advierte del fin del pastoreo, pues las dificultades son muchas: “mucho bosque, pero todo selva”, de modo que las cabras sólo pueden comer un 25% de lo que necesitan, pues el acceso a los pastos es casi imposible. Este detalle indica que el monte está completamente sucio, no se limpia y ello dificulta enormemente la tarea del pastor. Otra gran dificultad que encuentra Bernardo es que ya no hay gente que sepa llevar a las cabras, de hecho las vendió y se las devolvieron, pues es un animal muy peculiar y requiere de cierta maestría, pues van mucho a su aire. Suelen criar donde les viene, y ellos tenían la costumbre de marcar el lugar con un manojo de romero y volver más tarde con el coche a recogerlas. Allí había quedado el chotico, junto a su madre, que esperaban pacientemente la llegada del pastor. Después por la noche había que ahijarlas para que mamara el chotico y no muriera. Afirma que ha dedicado su vida al pastoreo, y que ha sido feliz a su modo. La naturaleza le ha enseñado cuanto sabe, sobre todo, una vida de paz y bienestar consigo mismo y con los demás. Incluso le ha proporcionado alimento cuando no había qué comer, como es el caso del inverosímil ardacho1. La curiosidad de su vida es que la mujer, a la cual conoció en el baile de Chella, pensaba que Bernardo era pastor pero protestante, no había entendido bien cuál era su oficio.

Recuerda que su padre le habló de la presencia de lobos2 en el monte. Estos atacaban a las cabras y se solían cobrar alguna pieza. Para defenderse de la imponente presencia de los lobos2 tanto su padre como su abuelo, se servían de un perro mastín que protegía las cabras con solicitud.

Más tarde me hace una exhaustiva exposición de algunas flores del campo y sus usos, lo que me deja admirado, pues su conocimiento del entorno natural es espléndido, como experto botánico que ha adquirido todo un bagaje de conocimientos por tradición oral y, tal vez, por ensayo propio. A continuación detallo algunas de las plantas y usos que me relató:
Bocheta y Arnia…………………………Para todo tipo de inflamación
Arenaria……………………………………Limpia el riñón y es buena para cólicos
Trigico de moro………………………..Cierra la diarrea
Poleo………………………………………..Para una buena infusión

Uno de los mayores miedos que puede pasar el pastor en el monte es que le sorprenda una tormenta3. Las cabras se guarecen en los pinos, pero el pastor no, pues sabe que los rayos van a los árboles. Pero recuerda un día difícil, donde la piedra hacía imposible aguantar el chaparrón y tuvo que buscar el abrigo de algún pino. Pensaba que todos los choticos que restaban en el corral habían muerto, cual fue su sorpresa que al llegar al corral, una vez pasó el brío de la tormenta, escuchó a lo lejos el balar de los choticos y pensó que con suerte alguno se habría salvado, y así fue, todos estaban sanos y salvos, acurrucados en derredor a un gran árbol que se levantaba en el corral.

Solían hacer gacha-miga para comer en la sierra, su padre le enseñó y él recuerda que decía el siguiente refrán:

La gacha-miga del carbonero,
dos vueltecicas y al agujero (boca).
La gacha-miga del pastor,
Cuanto más vueltecicas está mejor4

Rebaño pasando la noche en el Abrigo del Mudo

Me habla de las alimañas del bosque, la víbora, el aspe, el sacre, el saltón, -“si te pican te mueres rápido”, afirma Bernardo- . Pican a las cabras pero no las matan como harían con un hombre. Nosotros no tenemos piel que nos recubra y proteja, como sí poseen los animales, aunque “si no mueren les falta poco”. Los pastores llevan encima palos de brezo para, en el caso de una mordedura, poder pinchar la zona afectada con prontitud, y extraer el veneno. Después hay que lavarse las manos rápidamente, ya sea con agua o en su defecto con orín. Me escenificó una escena donde se vio hostigado por una sierpe que al final desapareció entre la maleza. Utilizando su antebrazo y su mano derecha, apoyados sobre la palma de su mano izquierda, dibujó los movimientos de una serpiente enorme, que, según él, acechaba al ganado y que al escuchar su voz se revolvió hacia él…pasó miedo, nos cuenta.

La única trashumancia que realizó fue el traslado de unas cabras que adquirió en Dos Aguas. El transporte se realizaba andando y lo hizo él junto a un ayudante de Ayora. El trayecto duró tres días: la 1ª noche se llegaba a la Casa Otonel en Cortes de Pallás; la 2ª noche en el pueblecito de El Oro, guardando las cabras en un corral del lugar. Aunque el dueño del corral no quería pues podían traer consigo cualquier enfermedad y transmitirla a su ganado. El frío era intenso y ello significaba quedar al raso. Fue la mujer del dueño del corral la que se apiadó y convenció a su marido de que pudieran guardar, al menos esa noche, las cabras en sus dominios. Normalmente esto se hacía como favor entre pastores, hoy por ti mañana por mi. Esa misma noche era fiesta en El Oro, y, cansados como estaban, tuvieron que soportar toda la noche de verbena en la misma puerta de la posada. El tercer día ya se llegaba a Enguera, a la ribera del río Grande.

1Sarvatxo o fardatxo en valenciano y deformadamente se le denomina ardacho en Enguera. Lagarto en castellano. Afirma que su sabor es parecido al del pescado, y, que ha sido una comida frecuente entre los pastores.

2Bernardo recuerda un episodio precioso en el que llegó a ver un lobo ibérico, no lo olvida, era el año 2000. Era noche cerrada y la niebla cubría la espesura. Salía para controlar a las cabras, pues éstas tienen tendencia a despistarse, en eso y como un espectro entre la niebla, vio su figura serena que le miraba atentamente…al segundo desapareció sin dejar rastro.

3Recuerda que en Ayora un rayo mató a un chico.

4Es un curioso verso que nos habla del tiempo que el pastor tiene en el monte, donde puede cocer tranquilamente su alimento. En cambio, el resto de profesiones, no tienen el mismo tiempo y la comida se hace para ser digerida con rapidez.

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