Las gárgolas

En muchas de las catedrales europeas, algún castillo y numerosos edificios civiles unos seres fantásticos y terroríficos, nos observan y vigilan en silencio desde las alturas. Son las gárgolas, aterradoras criaturas de piedra, con expresiones siniestras, dantescas, que representan figuras antropomorfas de almas en pena y atormentadas, animales grotescos, demonios, brujas, arpías, dragones, unicornios, basiliscos, grifos, leones…seres monstruosos, infernales y con una funcionalidad muy definida, y que llegaron a las iglesias durante el siglo XII. Se consolidaron en el gótico para luego desaparecer con el barroco. Con este artículo viajaremos en el tiempo para comprender su funcionalidad.

Gárgola en la Iglesia de los Dolores. Manacor

Estos peculiares guardianes de piedra, según cuentan las leyendas pueden cobrar vida en las noches oscuras sin luna, y así poder deambular al amparo de la más absoluta oscuridad, para con el alba volver al silencio de sus alturas y regresar a su dura naturaleza de roca. Pero, si buscamos una explicación no tan mística, encontramos que la principal función de las gárgolas es la de desaguar los tejados, alejando el chorro de agua acumulado en las cubiertas, evitándose así posibles daños en la mampostería y el mortero de las paredes.

Una especie de hombre batracio sostiene un murciélago entre sus manos. Castillo de Xátiva.

Aunque las gárgolas se popularizaron en las iglesias, catedrales y edificios de toda Europa durante la Edad Media, realmente fueron utilizadas, aunque de forma más rudimentaria por los egipcios, los griegos y los romanos. El origen del nombre se piensa que proviene del latín «gurgulio» (hacer gárgaras) o de la palabra francesa «gargouiller» que significa producir un ruido parecido al de un líquido al pasar por un tubo.

Gárgola de un monje en actitud de oración es devorado entre las fauces de un gran pez. Siglo XV. Lonja de la Seda. Valencia

La siguiente leyenda francesa nos aclara y justifica la presencia de estos seres mitológicos en las iglesias: San Romain, obispo de Rouen, planto cara a un dragón alado, de cuello muy largo y que escupía fuego por la boca, llamado «Gargouille» y que deambulaba por la ciudad. Con la única ayuda de un crucifijo y un hombre condenado por la justicia, San Romain derrotó al monstruo, que fue incinerado en Rouen. Al percatarse que la cabeza y el cuello de la criatura no se quemaban, al ser estos de un material templado para que pudiera resistir el fuego que salía de su garganta, decidieron ponerlo en la cornisa de una iglesia, y así serviría como protección del templo ahuyentado a los malos espíritus, y también sirvió para que la Iglesia Católica infundiera el miedo entre la población de aquella época, generalmente analfabeta.

Gárgola en la Iglesia de los Dolores. Manacor

Como apuntábamos anteriormente, el gótico encumbró a estos seres mitológicos, que pasaron de ser simples leones u otros animales durante el imperio egipcio a auténticos demonios góticos que lucían esplendorosos en las catedrales de toda Europa, pero con la llegada de la época barroca hubo una evolución en estos seres, que sin perder el tono siniestro de sus facciones, se fueron suavizando. Sus rostros, notablemente malévolos entre los siglos XIII al XV se caricaturizaron un poco, acentuando su aspecto grotesco. De esa forma permanecieron no solo en las iglesias y catedrales, sino también en los techos de edificios seculares y casas privadas.

Sus rostros siempre lucen amenazantes y de sus bocas escupen el agua que expulsan de las estructuras. Catedral de Valencia.

El punto final en la historia de qué son las gárgolas llegó a principios del siglos XVIII. Fue justo esa la época en la que en la mayoría de los edificios empezaron a utilizarse bajantes para desaguar los canalones. En Londres, por ejemplo, en 1724, fue obligatoria la construcción de bajantes en las nuevas edificaciones y poco a poco fueron desapareciendo. Hoy en día los arquitectos las incorporan como elementos decorativos.

Gárgola de un murciélago. Iglesia de los Dolores. Manacor

Por último, es importante señalar que no todas las figuras que lucen en las cornisas de estos edificios son gárgolas, hay muchas que son quimeras. La gran diferencia radica en la utilidad: las gárgolas siempre cuentan con un canalón o conducto por el que sale agua y siguen un fin práctico mientras que las quimeras son figuras que, aun imitando la forma de las gárgolas, son puramente decorativas.

Iglesia de Santa Maria. Siglo XIV. Sagunto

En el siguiente enlace podéis acceder a mi galería fotográfica de gárgolas: https://500px.com/p/gargolots?view=photos

Gárgola representando a una alma atormentada. Torre de Serranos. Valencia.

Es muy recomendable si se quiere profundizar en este tema, consultar el libro La gárgola y su iconografía de Dolores Herrero Ferrio.

Y por su puesto su página web: doloresherrero.com

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