Retratos otoñales

El otoño se ha instalado en la Font Roja. Del mar de naranjos de mi pueblo en la Ribera Alta, paso sin respiro a un mundo con un mosaico de colores ocres y amarillos. En sus rincones más sombríos y húmedos, este bosque caducifolio compuesto por el quejigo o roble valenciano (Quercus faginea), el fresno, el arce (Hacer opalus subsp. Granatense), el mostajo, el tejo, el guillomo… se encuentra en su máximo esplendor.

Al lado de los caminos que transitan estos bosques, podemos encontrar numerosos arbustos de escaramujo o rosal silvestre, Rosa canina, que en esta época del año han dado ya su fruto, y que son aprovechados por los animales del bosque para prepararse ante un largo y riguroso invierno.

En el sotobosque de este carrascal formado por especies como la hiedra, la madreselva, la rubia o el durillo, hace unas semanas monté un escondite para fotografiar a algunas especies forestales, buscando la magia que emerge en cada rincón del bosque en este ambiente otoñal.

En otoño los bosques se convierten en arte, y los curiosos petirrojos son sus pájaros. 

Abandono ya avanzada la tarde, este lugar tranquilo y sosegado. Hace frío y el cielo está gris. El viento sopla arrastrando densos nubarrones que dejan caer una fina lluvia en el bosque. El invierno está a la vuelta de la esquina..

De plumaje críptico, fundido con los dibujos y el color de la corteza de la carrasca, el autillo, en lo sombrío del bosque, pasa desapercibido para la mirada del caminante.
La presencia innoble de este inofensivo batracio, con su aspecto chato, pustuloso, de ojos desorbitados, mirada inexpresiva y presencia desagradable ha despertado de antiguo en el pueblo ideas de terror, engendro diabólico y repulsión. Sobre su lomo rugoso lleva la pesada carga de mil concepciones animistas, y sus dorados ojos transparentan aún el misterio de civilizaciones extinguidas. En la historia de los pueblos, el sapo se debate en una lucha cruenta y despareja. Logra sobrevivir y goza así de un triunfo al ver impuesta la razón sobre el prejuicio y el oscurantismo. De animal perseguido, vuélvese amigo del hombre, de ser execrado, halla refugio en la casa de quien siempre lo miró con asco y paga con exceso lo que juzga una deuda de gratitud. Se brinda a la ciencia otorgándole la maravilla de su cuerpo para que sirva de alivio a sus propios perseguidores. A la par que puebla sus campos y jardines en labor silenciosa y productiva, se entrega a la defensa de sus cosechas, hallando su alimento en todo cuanto es perjudicial para las simientes. (CHARRO GORGOJO, Manuel Angel).

En la lejanía, diviso los tejados de aquel pequeño pueblo que me trae entrañables y nostálgicos recuerdos. Después de un intenso y fructífero día en el bosque, una buena forma de terminar la jornada es recorrer sus calles silenciosas, solitarias, ahora mojadas por la lluvia, hasta llegar a la plaza donde se alza majestuosa su iglesia con su campanario cargado de historia. Es mi última parada de hoy, antes de llegar a mi casa con la tarjeta de mi cámara cargada de retratos otoñales.

En el silencio mágico del bosque otoñal, la naturaleza revela su arte más sublime.
Carbonero garrapinos. Peripapus ater.

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