Accipiter gentilis

El azor: el pirata de la espesura

     Con ese nombre que encabeza el título de este artículo llamó Félix Rodríguez de la Fuente al azor (Accipiter gentilis), el más feroz y temible cazador entre las rapaces de nuestra fauna. Maestro en el ataque por sorpresa, es revela especialmente rápido y preciso pues, tiene una talla y una potencia que le permiten capturar una amplia variedad de especies como ardillas, liebres, conejos, córvidos, palomas, perdices, estorninos, zorzales , mirlos… a los que atrapa gracias a su fisonomía adaptada al bosque, donde vive. Las alas redondeadas y su larga cola le permiten efectuar bruscos cambios de dirección cuando persiguen a sus víctimas.

     Para describir la técnica de caza que utilitza que mejor que recordar les magistrales palabras del amigo Félix: “Su técnica favorita es el acecho, apostándose en una rama despejada y dominante. Pero no sólo espía y ataca a los animales que descubre cerca, sino también a los que avista lejos. Desde lo alto de una ladera, se lanzará recogido, pegado al terreno, sin mover una pluma, hasta el fondo del valle, surgiendo de improviso entre la maleza, a unos palmos de la presa; entonces, ya es demasiado tarde para escapar. De manera inexplicable, una de sus garras siempre se encuentra con la cabeza de la víctima y se cierra como un cepo mortal. Mata por compresión o perforando con sus largas uñas los centros vitales encefálicos o el corazón. No toca a la presa con el pico hasta que cesa todo movimiento; sino es muy grande la transporta para desplumarla y comerla en lugar seguro. El único recurso de las aves o mamíferos para salvarse de estos ataques súbitos es la inmovilidad; todos lo saben muy bien y lo ponen en práctica. Por donde va pasando el azor, en vuelo de caza, es como si pasara la muerte.”

Azor entre la niebla

Y de todo esto puedo decir, que he sido testigo de primera mano, porque han sido muchas horas, meses y temporadas largas de dedicación, observación y mucha paciencia oculto dentro del más intrincado del bosque, dentro del inaccesible conglomerado de matorrales mediterráneos de aliagas, lentiscos, jaras y coscojas, en definitiva dentro del hábitat del pirata de la espesura. Esta joya de nuestra fauna ibérica me quitó el sueño, y durante una larga temporada se convirtió para mí en una obsesión.

     Si normalmente suelo trabajar a fondo cada imagen, ésta no podía ser menos, estudié sus costumbres en la teoría para después aplicar esos conocimientos a mi experiencia en la naturaleza. Pasé muchas días en el bosque simplemente con unos prismáticos, escondido, escuchando su grito o si tenía suerte viéndolo. Descubrí sus desplumaderos donde siempre que pueden transportan allí la presa, y luego normalmente en una rama alta se la comen.

     Una vez había delimitado su territorio busqué un claro en el bosque donde montar un escondite de tela de camuflaje y ramas secas. Lo hice de noche para evitar ser visto y que el animal no pudiera recelar. Después de varias semanas nuestro amigo apareció en mi terreno donde le inmortalicé para siempre con mi cámara.

Estos largos meses se me pasaron a la velocidad de la luz cuando el azor me dirigió la mirada antes de desaparecer.

     Trabajar con esta especie ha sido una de las experiencias más fascinantes que he vivido en la naturaleza. A veces detrás de una fotografía hay sensaciones que deben leerse entre líneas y yo os aseguro que lo mejor de esta experiencia como en tantas otras ocasiones, nunca podrá plasmarse en ningún CCD de ninguna cámara. Algunos días al ir a controlar cómo iba todo, unos brillantes ojos me seguían desde los matorrales y… Bien, todo esto mejor me lo guardo para mí.

Reproducción de su canto:

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