La berrea

Cuando las tardes se acortan y el estío llega a su fin, coincidiendo con el descenso de las temperaturas y el paso de las borrascas, en nuestras serranías ibéricas se produce uno de los acontecimientos naturales más sorprendentes, la berrea, donde los machos de ciervo (Cervus elaphus), el mayor de nuestros ungulados, experimentan el celo, inundando los montes, bosques y valles con sus poderosos y atronadores bramidos. 

Para ello levantan la tierra con los cuernos para depositar en los agujeros sus fluidos corporales, arrancan la corteza de los árboles con las cuernas, se revuelcan en el lodo y emiten potentes berridos que retumban en el amanecer y al caer el sol por toda la montaña. Todo un espectáculo sonoro que nos brinda la naturaleza en otoño.

Es su manera de marcar el territorio y anunciar su superioridad al resto. De avisar a los jóvenes aspirantes a liderar el grupo que allí están ellos y que si siguen adelante con su desafío deberán enfrentarse a ellos en combate. Algo que suele tener lugar varias veces a lo largo del día.

Los machos dominantes de esta especie en el que algunos ejemplares pueden superar los doscientos kilos, aprovechando el descenso de las temperaturas y sin agobios por el calor, entablaran combates entre ellos para tratar de defender su supremacía dentro del grupo, y así, asegurarse el derecho a fecundar al mayor número de hembras posible. 

En este enfrentamiento, líder y aspirante no dudaran en abalanzarse el uno sobre el otro para, haciendo uso de sus poderosas cuernas, frenar las acometidas del contrario y obligarlo a retroceder, persiguiéndose a la carrera hasta expulsarlo del entorno de las hembras. Es la implacable manera con la que la naturaleza ejerce la selección natural, asegurándose de que opten a la reproducción quienes comparten los mejores genes.

Una vez establecida la jerarquía, llega el momento de cubrir a las hembras. Unas hembras que, ajenas a los combates y rodeadas de los cervatillos del año, van a permanecer fértiles durante apenas un día, por lo que los ganadores deberán atender al mandato genético de manera urgente, dejando alguna que otra monta para los machos menos afortunados.

Una vez cumplida la parada nupcial, los grandes ciervos dominantes se retiran al interior del bosque para seguir con su vida solitaria, ajena al resto, mientras las hembras y los jóvenes seguirán formando rebaños que se mantendrán unidos todo el invierno.

De ese modo, a medida que los días se acortan y el frío se hace cada vez más intenso, generalmente hacia finales de octubre, suele finalizar la berrea.

Published by

Leave a comment