Passer domesticus
El gorrión común (Passer domesticus) es un emblemático pájaro del paisaje urbano español, extremadamente ligado al hombre que siempre nos ha acompañado y que ahora está en un marcado retroceso de sus poblaciones. En las calles de las ciudades y en los pueblos de toda España antes había más gorriones. Escasea en aquellos lugares donde no existen pueblos y está ausente en las zonas de mayor altitud y en bosques sin ningún tipo de construcción humana. Pero ese equilibrio que había entre humanos y gorriones parece que se está rompiendo y su declive revela que tenemos un problema de calidad ambiental global.
El gorrión común pesa alrededor de 30 g y mide de 14 a 16 cm de longitud total (el macho suele ser algo más grande que la hembra). Es de conformación robusta y tiene las patas cortas. Su pico es grueso, fuerte y cónico, de tipo granívoro.
Su alimentación básica consiste en semillas, tanto silvestres como cultivadas, aunque por su carácter de comensal aprovecha los desperdicios producidos por el ser humano, y en algunas zonas se alimenta casi exclusivamente de ellos. En la temporada cálida se alimenta de insectos, principalmente langostas y saltamontes, en cuya captura está especializado, cebando a sus pollos casi exclusivamente con ellos.
La especie tiene un claro dimorfismo sexual. El macho tiene el píleo (parte superior de la cabeza) de color gris, antifaz y babero negros y sienes y nuca de un marrón vivo. La hembra, sin embargo, tiene la cabeza de color más uniforme, en tonos beige, con una ceja de color variable, que a veces es poco perceptible. Ambos sexos tienen la parte inferior de color claro, casi blanco. También en ambos sexos el dorso es de colores marrones, más contrastados en el caso de los machos.
La temporada de cría es larga. Construyen los nidos en primavera, con hojas secas, plumas y restos de papel. Anidan en grietas de edificios o debajo de las tejas. Ponen de cuatro a cinco huevos en cada puesta. Pueden hacer hasta cuatro puestas, y éstas pueden suceder en cualquier momento durante el periodo estival.
El gorrión común es pues, junto a la golondrina común, un símbolo de nuestros pueblos y campos. Ahora nos estamos quedando sin ellos, y no siendo tan carismáticos como otras especies como el lince o el águila imperial, no dejan de ser menos importantes.
Una de las principales causas de su declive es la falta de puntos de nidificación. Siendo un ave cavernícola que cría en agujeros u oquedades, las modernas ciudades con sus edificios acristalados y sus estructuras de placas de cemento con tejados totalmente herméticos impiden su reproducción en amplios sectores, así como la restauración de los viejos edificios donde se tapona cualquier orificio.
Otros motivos sobre todo en las grandes ciudades serían la contaminación por ruido, gases, el uso de herbicidas y la ausencia de zonas verdes, en las que el gorrión encuentra insectos con los que alimentar a sus crías.
Además tiene que competir contras especies que cada vez son más abundantes en los núcleos urbanos como las palomas y especies introducidas como las cotorras.
Ante esta problemática, cada uno de nosotros tiene su responsabilidad ,y es mucho lo que podemos hacer por un pájaro que ha estado siempre tan presente en nuestras vidas al que escasamente le hemos prestado la atención que se merece. Unos simples gestos diarios por nuestra parte como instalar una caja nido en nuestra casa o jardín, proporcionarles comida y un bebedero con agua limpia, serán suficientes para ayudarles en estos tiempos difíciles que atraviesan.
No hay nada peor que dejar morir aquello que forma parte de ti, pudiéndolo evitar. Si no lo hacemos, dentro de unos años residirán en el olvido y nosotros apenas nos daremos cuenta que vamos borrando recuerdos de nuestra infancia poblada de gorriones y vida.
Reproducción de su canto:
«Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar de píos y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida, irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a lugares donde ningún otro pájaro llega. Se les ve en los rincones más apartados. Se les oye en todas partes. Corren todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado». (Miguel Hernández, “El gorrión y el prisionero. Cuento inconcluso”).